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Poseemos en nuestro organismo la capacidad de responder a las sensaciones que recibimos con reacciones nerviosas que nuestros órganos desencadenan ante los estímulos.
Unas veces lo hacemos de forma automática y simplemente reactiva. Y, en ocasiones, lo realizamos de manera aprendida, asociada, adquirida por la repetición de acciones que establecen cadenas de procedimientos que han exigido un tiempo para su consolidación
La primera forma constituye el haz abundante de "reflejos naturales" que poseemos innatos. La segunda nos lleva a los "reflejos condicionados o artificiales" que tenemos por aprendizaje.
1. Reflejos naturales
Las respuestas automáticas, o reactivas, los reflejos naturales, responden a la misma estructura del sistema nervioso. Unos son simples, inmediatos y se producen en la "médula" o incluso sin llegar a ella. Al recibir una neurona determinada estimulación, por ejemplo un golpe en la rótula (reflejo rotuliano), afluye la corriente sensorial, aferente, al tejido central medular; automática y mecánicamente se suscitan la correspondiente reacción y una corriente motriz, eferente, hace que se retire la zona golpeada.
Otras corrientes reflejas son más complejas. La estimulación sensorial sube hacía los tálamos por los haces de Goll y de Bourdach y es en el cerebro donde se transforma en corriente motora, incluso antes de que salte a la corteza y se registre en el lugar exacto de donde procede. Tal acontece cuando una quemadura afecta a un dedo. Así son los llamados reflejos talámicos o complejos.
En estos reflejos complejos es probable que en ocasiones entren en juego también las zonas corticales somestésicas y las motrices frontales. Se suelen denominar reflejos autónomos. Las corrientes motoras surgen de los lóbulos frontales y los movimientos son más complejos.
Así acontece cuando, en sueños, se estimula una zona corporal y se provocan reacciones más diversificadas y multiformes, con movimientos previamente aprendidos o que son susceptibles de ponerse en funcionamiento cuando el cerebro lo decide: manipular, andar, incluso hablar, etc.
De todos estos reflejos usamos en todo momento multitud de ellos. Nuestros movimientos espontáneos están cargados de esa significación.
Unos son más conscientes, como el bordar, dibujar, teclear: otros son más inadvertidos como el caminar, comer, garabatear. Pero tienen en común el que es la corteza frontal la que origina las corrientes motrices que los hacen posibles.
2. Reflejos condicionados
El modo de organizar nuestro cerebro, incluso antes del nacimiento, está regulado por el funcionamiento de otro tipo de reacciones que es preciso diseñar, grabar y tener habitualmente dispuestas para liberar cuando el estímulo adecuado las desencadena.
2.1. Conceptos básicos
Llamamos reflejos concatenados a los que, siendo originalmente naturales, van evolucionando a sustituir el estímulo natural por otro artificial. Los estudios más significativos de los mismos fueron iniciados por el neurólogo ruso Iván Petrovich Pawlow (1849-1936). El llamó reflejo condicionado a multitud de respuestas dirigidas por el cerebro después de una sustitución en el registro cerebral de lo que estímulo natural (cómida, reacción defensiva, etc) por otro estímulo que procede de una convención o acuerdo artificial.
Sus experimentos fueron múltiples: un perro segrega saliva al ver alimento. Si se asocia el alimento a una luz o a un sonido de campanilla, cuando se haya producido la asociación o acondicionamiento bastará que oiga la campana o vea la luz para que su organismo segregue saliva (reacción) ante un estímulo ya no natural (luz, sonido).
La conclusión correcta de sus experimentos fue que cuanto más se desarrolla el sistema nervioso de un ser más capacidad de aprendizaje (de acondicionamiento) existe. La conclusión discutible fue que igualó al ser humano con cualquier mamífero superior en el proceso del aprendizaje. Por tener más desarrollado el sistema nervioso, más rápidos y amplios son los acondicionamientos (los aprendizajes) humanos sin necesidad de otras explicaciones "transcendentes". Y la conclusión errónea estuvo en que, como biólogo materialista, identificó la inteligencia humana con el sistema nervioso.
2. Tipos de condicionamientos
El proceso del aprendizaje se presenta tan complejo que es preciso multiplicar las observaciones y los tipos de acondicionamientos. Los reflexólogos, desde los experimentos freudianos, hablan de tres tipos de reflejos condicionados:
- Los "concatenados", son los que se vinculan progresiva y ordenadamente y generan series más o menos largas y coherentes de reacciones unidas por una línea común. Por ejemplo el aprendizaje de un instrumento que tiene variedad de piezas y requiere diversidad de movimientos. El aprendizaje de su funcionamiento supone ir parte por parte, con la intención de lograr unir los movimientos parciales en una cadena sucesiva de operaciones para conseguir su realización global.
Lo mismo que se acondiciona un animal de circo, se realiza en grado más complejo y en más campos de actuación con el ser humano.
- Los "diferidos" son lo que introducen una demora controlada entre el estímulo y la respuesta. Presupone la introducción en el sistema nervioso de un misterioso elemento corrector que demora la reacción y la provoca la respuesta cuando el momento oportuno llega.
Así acontece al pájaro que se acostumbre a acudir a un lugar cuando alguien, justo al amanecer, le lleva comida. Y se repite en el hombre que se despierta siempre a la misma hora, que siente hambre sólo al tiempo de la comida, que se prepara a la salida del trabajo cuando llega la hora de concluirlo, casi de forma automática.
- Hay también reflejos "circulares", que son los que proceden del mismo organismo que se autoestimula y se refuerza en lo que va realizado. Cada respuesta se vuelve a convertir en estímulo reforzador, al producir efecto positivo; y cada estímulo refuerza la respuesta. Es lo que acontece al perrito que aprende a ladrar con sólo oír sus propios ladridos iniciales y sucede en el hombre que aprender a andar cuanto más acierta a realizarlo sin caerse.
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2. Los aprendizajes humanos
La teoría de Pawlow sobre los reflejos condicionados despertó entre los psicólogos afición al estudio de los mecanismos nerviosos artificiales. Se inició una carrera científica para aplicar sus conclusiones a diversos procesos de aprendizaje. Así surgió una corriente de psicología experimental que intentó alejarse de la mera especulación y abrió el camino a multitud de investigaciones sobre la conducta animal y sobre los alcances de la conducta humana.
Esta psicología, llamada "objetiva", muy distante del psicoanálisis o "psicología subjetiva", se extendió por América y diversos laboratorios de Europa. En lo referente a los aprendizajes humanos, se llegó, con Pawlow, a diversas conclusiones prácticas, desde la plataforma neurológica:
- Todo lo que se aprende tiene una base nerviosa indiscutible. Supone una preparación o disposición: interés, atención, promoción de habilidades previas.
- No todos los individuos poseen las mismas aptitudes para los aprendizajes, sino que el sistema nervioso que poseen es diferente en su funcionamiento no en su anatomía. El es el soporte y causa de las diferencias de las capacidades.
- Los aprendizajes no dependen sólo de la voluntad, sino de las disposiciones y de la habilidad para organizar esas diferentes capacidades.
- Es preciso que todos los procesos del aprendizaje tengan en cuenta el tiempo y la sucesión de los momentos. No se debe acelerar los ritmos naturales, pero no conviene dejar pasar los "períodos sensibles".
Entre los aprendizajes que continuamente estamos realizando, los hay mecánicos o motrices y los hay de sensoriales y receptivos.
2.1. Aprendizajes mecánicos
Son lo que más entran en juego en esa formas neurobásicas de adquirir capacidades nuevas.
Deben ser mirados con cierta preferencia en los primeros años de vida. Suponen la creación de una red de estímulos artificiales que son soportes de la configuración intelectual posterior.
En su aprecio y adecuada estimulación se basa la importancia que recientemente se concede en pedagogía al desarrollo de las destrezas básicas: habilidades manuales y psicomotrices, relaciones sociales selectas, fluidez verbal y comprensión adecuada, seguridad y autoestima, resistencia al desaliento.
Lejos de toda estimulación precoz ajena a la naturaleza del sistema nervioso infantil, sí es buena la promoción de hábitos de disciplina, la organización de series, el cultivo de la atención dirigida, la imitación frecuente de modelos constructivos y permanentes.
2.2. Los aprendizajes complejos
Los aprendizajes más bien sensoriorreceptivos no se reducen sólo a los registros químicos de la memoria, sino a la promoción de enlaces neuronales adecuados. Significa ello que, desde los primeros años, hay que disponer al niño para asociar, seriar y organizar en esquemas mentales los datos externos.
Si lo que se recibe se organiza en base a relaciones de causalidad y finalidad, de conveniencia y de oportunidad, de coordinación y subordinación, la mente se configura con orden. Por eso el orden incrementa el aprendizaje.
Pero si los aprendizajes se fundan en adquisiciones aislada, el resultado es deficiente pues el olvido es inmediato.
Por eso hay que saludar con respeto la pedagogía del interés (estimulante) y la pedagogía de la atención (configurante).
Además es conveniente detectar que la mayor parte de las experiencias o impresiones que se reciben o perciben llevan una carga operativa que tiende a salir al exterior mediante la aplicación a la vida cotidiana.
Todo esto tiene que ver con la conveniente promoción de los reflejos condicionados selectos y graduados, de modo que la mente supere los estímulos artificiales y pasajeros. La graduación selectiva y la proyección práctica reflexiva y no impulsiva, es el estilo natural del aprender humano.
2.3. Aprendizajes abstractos
Los aprendizajes religiosos estrictamente no escapan las leyes del aprendizaje humano complejo. Pero añaden un elemento que es la "suprasensorialidad". Los campos éticos, estéticos y religiosos se nutren de aprendizajes abstractos o suprasensoriales.
Ciertamente el niño pequeño se mueve en esquemas operativos concretos (en términos piagetianos) y sólo, al llegar a cierto nivel madurativo, comienza a operar con esquemas abstractos. Pero no quiere ello decir que no sea capaz de alguna abstracción básica: de bondad, de belleza, de deber.
La infraestructura de las operaciones abstractas tiene que ver también con los reflejos condicionados, pues ella se basa en respuestas suprasensoriales o con preferencias instintivas. El niño aprende pronto a responder a realidades no mecánicas. Se mueve por el honor y la vanidad, la autoestima y la alabanza, la curiosidad y el afán de triunfo. Entiende en parte que los demás actúen bajo la norma o la conveniente: el horario, la autoridad, el agrado, la limpieza, la elegancia, el orden del grupo, el deber cumplido.
Desde pequeño se le enseña a distinguir el juego del trabajo, lo agradable de lo obligatorio, lo propio de lo ajeno, lo optativo de lo impuesto. Esas distinciones se fundan en los aprendizajes condicionados que conllevan la superación de lo instintivo y la puesta en juego de lo racional. Es misterioso el modo de aparecer las reacciones ante estímulos abstractos, pero de alguna forma se van gestando pronto en la conciencia, al ritmo de los conceptos generales: bueno y malo, fealdad y hermosura, tristeza y alegría... Apoyar ese proceso es trabajar en el terreno abstracto.
Es conveniente recordar a los educadores que es menos importante el saber cómo funciona la mente que el actuar sobre ella de forma adecuada.
3. Aprendizajes religiosos
Multitud de datos o acciones de naturaleza religiosa son reflejo de lo aprendido en la infancia o en épocas especialmente receptivas de la vida... Y esos aprendizajes "religiosos", que tiene que ver con el deber (éticos), con lo invisible (espirituales), con lo bello y agradable (estéticos) configuran un programa de contenidos que no siempre es fácil entender, realizar y transmitir.
Sin embargo el niño aprende a obrar porque se le dice que Dios (ser misterioso e invisible del cielo) lo quiere o que Jesús se lo pedía a los niños que le rodeaban y debemos ser amigos suyos. Llega un momento en que el niño entiende nebulosamente que la "madre del cielo" (María) es algo diferente de la "madre de la tierra" (la propia), pero que algo de común hay entre una y la otra. O aprende que el Evangelio (libro que se ve y se toca) tiene escrita una "historia" (un relato) que pasó hace mucho tiempo, pero que recuerda que Jesús vive, nos conoce, nos ama y está cerca de nosotros.
No cabe duda de que expresiones (lenguajes) semejantes a éstas implican contenidos (mensajes) que superan todo estímulo primario y natural. Es decir que tienen un soporte condicionado (artificial, no natural), pero no sólo eso, sino que hay otras cosas por encima de esos planteamientos o afirmaciones.
Sin embargo así es el elemento religioso, no muy diferente en este sentido de lo que puede ser el ético, el estético, el simbólico, el metalingüístico, el matemático, todos ellos imprescindibles desde los primeros años de la vida escolar.
También en este terreno es bueno recordar que importa menos el cómo se produce la comprensión y la asimilación que poner en juego la oferta espiritual y animar, desde la ingenuidad infantil, a aceptarla con sencillez.
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